lunes, 19 de noviembre de 2012

Se limpia con la mano retorcia después de comerse el dulce que le dan de publicidad de la Hospedería.

Desde mi rincón, la veo atravesar el claustro.
Ella, con su bata de rayas rojas y blancas se pasea con un leve balanceo arrastrando la bolsa recoge-basura.

Y deseando entablar conversación se recrea en las caras.
Las chaquetas de cuero y las cabelleras de peluquería son demasiado engreídas para eso.
Ella, con sus dos dientes de menos, lo sabe.

Vacía las papeleras con ilusión pensando en que cuando cobre este mes
entre unas cosas y otras será algo más que los otros.

Las botas de cuero pisan el suelo que ella friega,
las observa, los observa.

Ella, llena de ilusión y sueño después de haber trabajado también la noche anterior
parece invisible a sus pasos.

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